El mes de diciembre para muchas personas
que padecen trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y sus familias es un
mes incómodo e incluso odiado. Un mes que desean que pase pronto y que muchos
quisieran borrar del calendario, pero aquí está cada año.
Las Navidades tienen diversos aspectos que suelen hacer que no gusten a quienes padecen TCA y sus familias. Lo más destacado serían las reuniones delante de la comida, generalmente excesiva y poco sana. Los afectados de TCA se enfrentan a dos de sus mayores temores: la comida y los comentarios de los comensales.
Tanto si la persona sufre un trastorno de tipo restrictivo (está a dieta, restringe alimentos calóricos, tiene alimentos que considera prohibidos y por ello no los come...), como si tiene una alteración que cursa con episodios de atracón (está a dieta pero tiene atracones y quizá purgas), las comidas con familiares, amigos, compañeros de instituto o de empresa son un momento muy tenso.
Si atraviesa una fase restrictiva seguramente le aterrará estar delante de tanta comida. A veces, ver u oler los alimentos les produce verdadero asco, seguramente les preocupe comer algo más de lo que se permiten o no saber cómo los alimentos han sido cocinados o llamar la atención de sus compañeros de mesa. Llegar a contradecir sus normas, además de sufrimiento, culpa y ansiedad, les generará seguramente conductas más restrictivas los siguientes días, algo difícil de manejar debido a que son varias fiestas seguidas. Si la persona atraviesa una fase en la que experimenta atracones de comida, la visión de tantos alimentos puede hacer que coma más de lo que quiere, seguramente pensará “como ya he metido la pata, que más da lo que coma”. Tal vez logre no probar a penas bocado, pero quizá piense “si empiezo a comer no podré parar, así que permaneceré a dieta estricta”. Esta actitud, desgraciadamente, le hará sentir hambre que, mezclada con emociones como ansiedad, frustración o culpa, son detonantes para que se produzca un atracón o varios en los siguientes días.
Recordemos que estamos ante alteraciones
psicológicas que no son una elección. La persona se siente atrapada dentro de
su problema, sufre, se siente incomprendida y a veces no sabe como pedir ayuda.
Según la edad, la fase de aceptación del trastorno y el momento de tratamiento, serán diferentes las ayudas que el entorno podrá aportar. Los adultos, que padecen el trastorno, a veces deciden no acudir a las reuniones. Siempre propongo animarles pero, si el afectado se niega, forzar o enfadarse no suele mejorar la situación.
En las reuniones navideñas considero que ser creativos y buscar diferentes alternativas es lo mejor. Tal vez, se pueda modificar algo el menú, incluir otros platos más sanos o introducir algunos cambios en la preparación o el tiempo en que los alimentos permanecen en la mesa. Cuando la persona tiene tratamiento (psiquiatra, endocrino/nutricionista y psicólogo), lo mejor sería preguntar a los profesionales sobre los aspectos a considerar en las celebraciones, ellos aconsejarán la mejor forma de hacerlo. En general, es mejor que haya un primero, un segundo y un postre. Una persona de confianza del afectado se encargará de servir o quizá sea la propia persona quien tenga conciencia de la cantidad y pueda hacerlo sola. Las comidas de picoteo suelen generar mayor ansiedad, porque la persona siente que tiene menos control sobre lo que come y puede considerar que descontrola, sea o no cierto. Otra cuestión es retirar los platos una vez se haya terminado, dejarlos en la mesa y contemplarlos puede producir tensión, del mismo modo que no dejaríamos durante horas dulces delante de una persona con diabetes.
Respecto a los comentarios hacia la persona afectada, es mejor no hacer ninguno sobre su aspecto físico y hablar de cualquier cuestión menos de dietas, ejercicio, calorías o comida en general. Es decir, dejar fuera de la conversación frases como “Si estas muy delgado, come un poco”, “te veo muy guapa, se nota que te estas recuperando”... Esta última frase le hará pensar que ha engordado y le generará inseguridad. Y por supuesto evitar las comparaciones con otras personas “pero, si tu prima pequeña ha comido más que tú”. Buscar charlas de temas relajados que sepáis le interesan: cine, libros, música.... La persona de confianza del afectado será clave en estas situaciones, se encargará de cambiar de tema si alguien está insistiendo sobre aspectos que no ayudan (imagen, calorías...), dará conversación si le ve aislado o respetará su silencio si no tiene ganas de hablar.