El fin de curso es la época más estresante para cualquier estudiante; las personas que están en edad académica y sufren trastornos de la conducta alimentaria (TCA) aún lo tienen más difícil. En este post analizamos los motivos de ello.
La exigencia y la dificultad de manejar las emociones son los enemigos principales del estrés que sufren los afectados de TCA. Las personas que padecen estas alteraciones suelen ser muy perfeccionistas. Ello les lleva a luchar por notas altas, algo que sería positivo, si no supusiera un problema para su salud y no lo vivieran con gran angustia. El temor a no alcanzar buenas calificaciones hace que permanezcan en un estado de ansiedad permanente, dedicando mucho tiempo a estudiar y considerando que nunca han hecho lo suficiente. Esta exigencia, las alteraciones del sueño, la ansiedad (al pensar que no van a alcanzar buenas notas) y las alteraciones alimentarias, también puede conducirles a que puedan entrar en un periodo de apatía. La sobre – exigencia puede conducir a la apatía. Lo que sucede es que la persona siente que no va obtener los resultados esperados y deja de intentarlo, es decir, deja de estudiar y abandona. Ello les generará sentimientos de frustración, culpa y baja autoestima. Es importante señalar que este estado puede coincidir o estar originado por una depresión.
Recordemos que las personas que padecen TCA, no lo eligen, sufren una alteración psicológica. Si ellos pudieran solucionarlo de otra forma, evidentemente lo harían. Estas épocas son duras para estos estudiantes pero también lo son para su familia que necesitaran altas dosis de paciencia, calma, amor y firmeza. El asesoramiento de las asociaciones y de los profesionales puede ser de gran ayuda para los afectados y sus familiares.
Esta etapa de estrés les lleva a intentar controlar la ingesta alimentaria para restablecer su equilibrio emocional. Es decir, al restringir el alimento o comer lo no permitido (picar o tener atracones) restablecen su equilibrio emocional, pero les genera otros problemas. Restringir el alimento les produce una sensación de control, algo como “si peso X, los exámenes me saldrán mejor”, “mis mejores notas son cuando estoy delgada”. Esta restricción, además de no ser saludable, tiene diferentes consecuencias. Por un lado, el cerebro necesita mayores y mejores aportes energéticos en épocas de exámenes y por otro, limitar la ingesta, incrementa la obsesión por la imagen y por las calorías. Es decir, al tener su mente capturada por estos pensamientos obsesivos se reduce su concentración en el estudio. La vivencia de todo ello resulta angustiosa, están atrapados, dejan de comer para estudiar más y mejor y sin embargo, es todo lo contrario. Algunos estudios sostienen que las largas jornadas de estudio no solo se deben a su alta exigencia si no a sus dificultades para concentrarse.
En el otro extremo, se encuentran las personas que experimentan momentos de atracón de comida o picar entre horas para intentar calmar su ansiedad. La aparición de atracones está también influenciada por el intento de reducir la ingesta alimentaria o saltarse comidas. Es decir, al limitar la ingesta, la persona tiene hambre (sea o no consciente), lo que unido a la ansiedad, propicia picar entre horas y favorece el atracón. Cuando la persona entra en ese momento, casi de trance, en el que come para restablecer su equilibrio emocional, en un primer momento se siente aliviada, pero después aparecen fuertes sentimientos de culpa. Estos fuertes sentimientos de culpa le llevan, a veces, a purgarse y/o a idear nuevas formas de restringir alimento, quedando atrapados en ese dañino círculo vicioso de restricción – atracón- culpa- restricción y/o purga. Este círculo vicioso genera una gran ansiedad que evidentemente dificulta su concentración en el estudio. Otra problema es que el incremento de comida basura y las bebidas estimulantes (refrescos de cola y café) favorecen la ansiedad, disminuyen la concentración y producen irritabilidad y frustración.
Una vez finalizado el curso llegan las fiestas de fin de curso y las graduaciones. Para la mayoría de los alumnos son un momento de alegría, pero para quienes padecen TCA puede ser otro momento de ansiedad. Las reuniones suponen relacionarse y mostrase a otros, algo que puede generarles cierta tensión, aunque sin duda, será elección de la ropa y la comida en la fiesta lo que les producirá mayor angustia.
En estos momentos el apoyo familiar es importante, tener paciencia y no reforzar cuando entren en bucle hablando de sus miedos (exámenes, imagen, comida…), solo escuchar y parafrasear. No reforzar quiere decir, no razonar, no discutir, no enfadarse… , seguro que ya se ha hecho muchas veces antes y no ha dado resultado, solo estar ahí por si lo necesitan o deciden pedir ayuda. Además, es importante seguir las pautas dadas por los profesionales a cargo de tratamiento o pedirles más ayuda en estos momentos.