Alcanzar un equilibrio
emocional nos hace ser más felices, reduce el estrés, favorece el abordaje de
los problemas cotidianos, contribuye a que tengamos actitudes más serenas e
incluso ayuda a la pérdida de peso. En el siguiente post analizamos la salud
mental desde esta perspectiva.
Para el psiquiatra
Alejandro Rocamora Bonilla de la Universidad de Comillas, la salud mental se
logra cuando hay un equilibrio entre nuestros deseos y la realidad que vivimos.
Por un lado, considerar nuestras limitaciones (físicas, psicológicas, económicas,
culturales...) y por otro, favorecer nuestras posibilidades (físicas,
psicológicas, económicas, culturales...). Al aceptar ambas (limitaciones y
posibilidades) nos adaptamos a nuestra realidad. Gracias a esta aceptación
podemos alcanzar equilibrio emocional. Este equilibrio no es estable, se va
construyendo día a día y mantenerlo es un hábito de vida. Todos estamos
sometidos a circunstancias más o menos cotidianas que lo alteran. Además,
podemos sufrir alteraciones psicológicas que nos ponen aún más a prueba para
mantenerlo; serán momentos en los que necesitaremos aprender herramientas para
recuperarlo. Cuando estamos equilibrados podemos afrontar las eventualidades de
la vida. Es decir, una persona sana y equilibrada mentalmente no es aquella que
no tiene problemas, si no quien logra una estabilidad entre sus deseos y
limitaciones, sus necesidades y las necesidades de quienes le rodean, sus
proyectos y posibilidades...
Para el profesor Rocamora
el equilibrio emocional y la felicidad están relacionados con lograr armonía
entre nuestro mundo exterior e interior. El mundo exterior, el “tener”, sería
el conjunto de nuestras posesiones: la ambición de belleza, de logros
profesionales, de poder económico... El mundo interior, el “ser” , estaría
relacionado con los sentimientos: solidaridad, bondad, esperanza... y el manejo
de emociones como el miedo, la rabia.... Cuando no existe la armonía entre
ambos mundos, la balanza se inclina en exceso a uno u otro, se producen
alteraciones de ánimo y de conducta. Si la persona se centra en el mundo
exterior, corre el riesgo de convertirse en alguien que no se sacia nunca y por
lo tanto no es feliz. Si por el contrario, la persona se centra en sus
emociones y pensamientos negativos (críticas, dudas, desconfianza...) tampoco
se sentirá feliz.
Otros expertos, como
Margaret Cullen y Gonzalo Brito, destacan el poder de la intención y los
valores para lograr equilibrio emocional. Las intenciones son los pensamientos
que impulsan nuestra conducta. Es una fuerza, a veces inconsciente, que nos
dirige y hace que logremos lo que queremos. Los valores lo conforman aquellos
aspectos que son realmente importantes para nosotros y nuestra vida. El
equilibrio emocional se alcanzaría cuando las intenciones están conectadas con
los valores personales. Si lo pudiéramos representar con una imagen sería poner
nuestras velas (intenciones) a favor de nuestro viento (valores). Ese viento (valores) nos puede llevar a donde
queramos, al poner las velas (intenciones) a su favor. Para ello es importante
y necesario que pongamos conciencia en cuáles son nuestros valores y dirijamos
nuestras intenciones hacia ellos. En el desarrollo de las intenciones puede que
se necesite ayuda o entrenamiento para ponerlas en marcha. Observar si son
realistas, si se es constante en perseguir el objetivo, si se saben diseñar
submetas, si se es capaz de ser flexible…
La investigación de los
últimos años revela que considerar y actuar respecto a los valores propios
tiene repercusión no solo en la salud mental si no también en la física. Así lo
demuestra el estudio del año 2012 de Logel y Cohen, profesores de las
Universidades de Estados Unidos Waterloo y Standford. Estos investigadores realizaron
un estudio con mujeres para averiguar si considerar o tener en cuenta sus valores
personales influía sobre su peso corporal. Al grupo experimental les pidieron
que se reafirmasen en sus valores. Mientras que al grupo control, no les dieron
ninguna indicación. Dos meses y medio después los investigadores a cargo del
estudio observaron que el grupo experimental (participantes que practicaron la
autoafirmación en sus valores) habían perdido 1,5 kilos, mientras que las
participantes del grupo control (no tuvieron presentes sus valores) aumentaron
en 1,25 kilos. Este estudio pionero en considerar vivir de acuerdo a los
valores propios, nos recuerda que mente y cuerpo están en relación. Ambos se influyen positivamente al ir en la
misma dirección o se influyen negativamente cuando hay una ausencia de
coherencia entre ambos. Otros estudios señalan que priorizar los valores ayuda
a que descienda el estrés, a tener mayor fuerza de voluntad y a reducir la
agresividad… Falta investigación en este campo, pero sin duda son alentadores
estos comienzos.