martes, 20 de diciembre de 2016

Las comidas navideñas, un momento temido

El mes de diciembre para muchas personas que padecen trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y sus familias es un mes incómodo e incluso odiado. Un mes que desean que pase pronto y que muchos quisieran borrar del calendario, pero aquí está cada año.

Las Navidades tienen diversos aspectos que suelen hacer que no gusten a quienes padecen TCA y sus familias. Lo más destacado serían las reuniones delante de la comida, generalmente excesiva y poco sana. Los afectados de TCA se enfrentan a dos de sus mayores temores: la comida y los comentarios de los comensales.

Tanto si la persona sufre un trastorno de tipo restrictivo (está a dieta, restringe alimentos calóricos, tiene alimentos que considera prohibidos y por ello no los come...), como si tiene una alteración que cursa con episodios de atracón (está a dieta pero tiene atracones y quizá purgas), las comidas con familiares, amigos, compañeros de instituto o de empresa son un momento muy tenso.

Si atraviesa una fase restrictiva seguramente le aterrará estar delante de tanta comida. A veces, ver u oler los alimentos les produce verdadero asco, seguramente les preocupe comer algo más de lo que se permiten o no saber cómo los alimentos han sido cocinados o llamar la atención de sus compañeros de mesa. Llegar a contradecir sus normas, además de sufrimiento, culpa y ansiedad, les generará seguramente conductas más restrictivas los siguientes días, algo difícil de manejar debido a que son varias fiestas seguidas. Si la persona atraviesa una fase en la que experimenta atracones de comida, la visión de tantos alimentos puede hacer que coma más de lo que quiere, seguramente pensará “como ya he metido la pata, que más da lo que coma”. Tal vez logre no probar a penas bocado, pero quizá piense “si empiezo a comer no podré parar, así que permaneceré a dieta estricta”. Esta actitud, desgraciadamente, le hará sentir hambre que, mezclada con emociones como ansiedad, frustración o culpa, son detonantes para que se produzca un atracón o varios en los siguientes días.


Recordemos que estamos ante alteraciones psicológicas que no son una elección. La persona se siente atrapada dentro de su problema, sufre, se siente incomprendida y a veces no sabe como pedir ayuda.

Según la edad, la fase de aceptación del trastorno y el momento de tratamiento, serán diferentes las ayudas que el entorno podrá aportar. Los adultos, que padecen el trastorno, a veces deciden no acudir a las reuniones. Siempre propongo animarles pero, si el afectado se niega, forzar o enfadarse no suele mejorar la situación. 

En las reuniones navideñas considero que ser creativos y buscar diferentes alternativas es lo mejor. Tal vez, se pueda modificar algo el menú, incluir otros platos más sanos o introducir algunos cambios en la preparación o el tiempo en que los alimentos permanecen en la mesa. Cuando la persona tiene tratamiento (psiquiatra, endocrino/nutricionista y psicólogo), lo mejor sería preguntar a los profesionales sobre los aspectos a considerar en las celebraciones, ellos aconsejarán la mejor forma de hacerlo. En general, es mejor que haya un primero, un segundo y un postre. Una persona de confianza del afectado se encargará de servir o quizá sea la propia persona quien tenga conciencia de la cantidad y pueda hacerlo sola. Las comidas de picoteo suelen generar mayor ansiedad, porque la persona siente que tiene menos control sobre lo que come y puede considerar que descontrola, sea o no cierto. Otra cuestión es retirar los platos una vez se haya terminado, dejarlos en la mesa y contemplarlos puede producir tensión, del mismo modo que no dejaríamos durante horas dulces delante de una persona con diabetes.

Respecto a los comentarios hacia la persona afectada, es mejor no hacer ninguno sobre su aspecto físico y hablar de cualquier cuestión menos de dietas, ejercicio, calorías o comida en general. Es decir, dejar fuera de la conversación frases como “Si estas muy delgado, come un poco”, “te veo muy guapa, se nota que te estas recuperando”... Esta última frase le hará pensar que ha engordado y le generará inseguridad.  Y por supuesto evitar las comparaciones con otras personas “pero, si tu prima pequeña ha comido más que tú”. Buscar charlas de temas relajados que sepáis le interesan: cine, libros, música.... La persona de confianza del afectado será clave en estas situaciones, se encargará de cambiar de tema si alguien está insistiendo sobre aspectos que no ayudan (imagen, calorías...), dará conversación si le ve aislado o respetará su silencio si no tiene ganas de hablar.   





jueves, 24 de noviembre de 2016

¿Cuáles son los trastornos de la conducta alimentaria?

Aunque el incremento de personas que los padecían aumentó a finales del pasado siglo, ya existían descripciones médicas anteriores. Fue Morton, un médico inglés del siglo XII (sí, hace casi mil años), quien describió por primera vez un cuadro de anorexia. La denominó consunción nerviosa, considerándola ya entonces como una afección física derivada de alteraciones nerviosas. Muchos siglos más tarde, a finales del XIX, los doctores Gull y Lasègue realizaron descripciones más precisas de este trastorno prácticamente de forma simultánea. Es al primero a quien se debe el nombre de anorexia nerviosa, el cual destacó la necesidad de realizar un diagnóstico diferencial y la importancia de buscar causas en la vida de las personas que la padecían. Lasègue describió el trastorno casi como lo conocemos en la actualidad, destacando que las medicinas destinadas a estimular el apetito no eran eficaces y señalando la necesidad de efectuar cambios en las relaciones familiares de los afectados para recuperarse.

El reconocimiento de la bulimia nerviosa como alteración es mucho más reciente, apareciendo las primeras referencias en la década de los años 50 del siglo XX. En la bulimia hay que distinguir claramente dos aspectos: por un lado está el comportamiento de ingesta incontrolada (del que aparecen datos en la historia que se remontan al siglo XVIII) y, por otro, las dietas restrictivas, el rechazo a ganar peso y las conductas de purga para el control del mismo. En 1979, Rusell consideró la bulimia como una variante de la anorexia, debido a que un gran porcentaje de pacientes con bulimia tienen antecedentes de haber padecido anorexia nerviosa.

El trastorno no especificado de conducta alimentaria (TCANE) se corresponde con cuadros incompletos. Es decir, los afectados no sufren todos los síntomas o no al menos en la proporción determinada para ser incluidos dentro de un diagnóstico de anorexia o bulimia. Son los de mayor porcentaje en la población y también necesitan tratamiento.

Irene Alonso Vaquerizo, psicología, TCA, trastornos alimentarios, trastornos alimenticios, terapia,










El  gran desconocido

El trastorno por atracón (TA) es quizá el menos conocido y se ha incluido recientemente (2013) dentro del Manual de Diagnóstico Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM-V) de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA). El diagnóstico de trastorno por atracón (TA) ha sido un tema controvertido debido a su similitud con los síntomas de la bulimia. El proceso  de clasificación y diferenciación ha sido complejo. En los años cincuenta del pasado siglo, el profesor Albert Stunkard observó que algunas personas que padecían obesidad, aunque querían solucionar su problema de peso, experimentaban atracones de comida de forma compulsiva. Tres décadas más tarde, en los años ochenta,  fue cuando la investigación dio un paso más al concluir que algunas personas con obesidad tenían atracones pero no cumplían criterios de bulimia. A partir de entonces, se propuso el nombre de trastorno por atracón. Las personas que sufren TA experimentan una menor preocupación por la figura, recurren menos a las dietas que las personas que padecen bulimia y no presentan conductas compensatorias: vómitos, abuso de laxantes y diuréticos, así como tampoco ayunos prolongados y ejercicio físico compulsivo. Sin embargo, en relación con quienes solo sufren obesidad, las personas que padecen trastorno por atracón y obesidad experimentan mayor preocupación por el peso, mayores alteraciones de personalidad y peor calidad de vida. La importancia del diagnóstico es necesaria para proporcionar un tratamiento adecuado y eliminar la crítica social : «tú no adelgazas por falta de voluntad». Sin embargo, no deberíamos olvidar nunca que la obesidad y el TA son enfermedades.
   
Los datos sobre el porcentaje de las personas afectadas por este trastorno no son claros. Lo que parece evidente y puedo comprobar con frecuencia en mi consulta es que sigue aumentando y que este asunto afecta ya a la salud pública. Es complicado conocer el número de personas que lo sufren debido a que muchas no se encuentran en tratamiento y otras pueden estar recibiendo ayuda por otros problemas psicológicos. Por otra parte, reconocer el trastorno puede ser todavía en la actualidad un tema tabú o un motivo de vergüenza para el afectado. La Universidad Abierta Interamericana señala que el 54% de las mujeres podrán padecerlo en algún momento de su vida, de las cuales un 70% serán adolescentes. En lo referente a los hombres podría padecerlo un 38%. Son sin duda cifras a tener en cuenta.


30-N Día internacional de la lucha contra los TCA

La idea de crear un día que recuerde la lucha de las personas contra estos trastornos, surgió de la iniciativa de las administradoras de una página de Facebook a finales del año 2012.  El símbolo sería una pulsera o cinta de color azul claro en la muñeca izquierda que representase la esperanza, la fe y la solidaridad, pero también podría ser un lazo del color mencionado.
Entendemos por trastornos alimentarios anorexia nerviosa, bulimia, trastorno no especificado de la conducta alimentaria (TCANE) y trastorno por atracón (TA). Son alteraciones de origen psicológico que pueden llegar a tener una repercusión física de menor o mayor gravedad, no son una moda, un capricho o una elección. A una persona que padece depresión no sirve de nada decirle: «¡Anímate!», sino que es contraproducente o incluso de mal gusto, porque evidentemente, si pudiera estar más alegre lo haría. Igualmente, una depresión diagnóstica es una enfermedad mental, no un día malo o de bajón. Así, del mismo modo, una persona que padece un TCA no puede comer o dejar de hacerlo por sí misma como si fuera un acto de voluntad. Es más, no se va a recuperar  solo por alimentarse mejor, aunque lo necesite. Deberá aprender a estar mejor con ella misma y no solo en relación con la alimentación, la figura…, pero para ello necesitará ayuda experta y estrategias terapéuticas para lograr sentirse mejor internamente y con quienes le rodean. 
Los síntomas de los distintos trastornos alimentarios pueden ser diferentes, pero todos los que los padecen comparten una insatisfacción o sufrimiento personal, una fuerte autocrítica, una dificultad del manejo emocional y una baja autoestima, que se expresa a través de su relación con la comida y la preocupación por la figura. Además,  suelen experimentar ansiedad e incluso depresión. Padecer una alteración psicológica de este tipo afecta a diferentes áreas de la vida: académica, profesional, familiar, social... Situaciones que pueden ser normales para quienes no lo sufren (ir a clase, reuniones con amigos, comidas familiares, viajes, ir a la playa...) se pueden convertir en auténticos retos para ellos.
30 Noviembre, Día internacional de la lucha contra TCA, Irene Alonso Vaquerizo











Como menciono en mi libro Ana y Mia no quieren ser princesas. La cara oculta de los trastornos alimentarios de Editorial Meridiano, es bueno que eliminemos unas cuantas ideas erróneas sobre de los TCA y tengamos en cuenta que:


  • Estos trastornos van más allá de la comida, son enfermedades que perturban la vida de quienes los padecen. Lo que vemos desde fuera, los síntomas con la comida o el ejercicio, son solo la punta del iceberg de lo que les sucede. El problema es psicológico y mucho más serio y profundo.
  • Padecerlos no es una decisión de la persona. Estos trastornos no aparecen de repente y van mucho más allá de querer estar delgado. No son un capricho, ni una llamada de atención, ni es cuestión de vanidad o de querer ser modelos...
  • Experimentan un malestar interno, aunque a veces no sepan expresarlo o pedir ayuda. Se sienten solos, tristes, ansiosos...  El trastorno de la conducta alimentaria (TCA) es egoísta o manipulador, no quien lo padece. Es el problema el que puede hacerles parecer egoístas o manipuladores.
  • La apariencia externa puede ser o no saludable. Estas personas pueden tener un bajo peso, peso normal, sobrepeso u obesidad.
  • Aunque la edad de inicio más común es en la adolescencia, también podemos encontrar adultos que los sufran.
  • La mayoría son mujeres. Sin embargo, también hay hombres que los padecen. Y cada vez más.
  • La recuperación implica recibir tratamiento y va más allá de conseguir un peso adecuado. El aprovechamiento del mismo depende de la aceptación del problema por parte del afectado. Para ello necesitará atravesar etapas en la conciencia de su alteración. La recuperación es larga e implica varios años. 
  • La comprensión y el apoyo adecuado de familiares y amigos es una ayuda fundamental dentro del proceso de recuperación.
  • Las críticas a su figura o su relación con la comida suelen generarles problemas. Por ello, ante la duda, mejor hablar de otras cuestiones y no hacer referencia a estos aspectos.
  • La vida de las personas que los padecen se ve alterada en diferentes áreas. Situaciones que podemos considerar simples como vestirse, salir a la calle, comprar ropa, ir a clase, al trabajo o una reunión familiar, pueden convertirse en un autentico desafío. 
  • Necesitan amor y compresión, no juicios. Lo cual no significa que no se les pueda expresar una opinión o límite.
Aprovechemos este 30 de noviembre para concienciar a la sociedad de la importancia de estos trastornos y de su prevención. Esta será nuestra principal contribución para avanzar en la solución de estos problemas.