El reconocimiento de la bulimia nerviosa como alteración es
mucho más reciente, apareciendo las primeras referencias en la década de los
años 50 del siglo XX. En la bulimia hay que distinguir claramente dos aspectos: por un lado está el comportamiento de ingesta incontrolada (del que aparecen datos en la historia que se remontan
al siglo XVIII) y, por otro, las dietas restrictivas, el rechazo a ganar peso y
las conductas de purga para el control del mismo. En 1979, Rusell consideró
la bulimia como una variante de la anorexia, debido a que un gran porcentaje de
pacientes con bulimia tienen antecedentes de haber padecido anorexia nerviosa.
El trastorno no especificado de conducta alimentaria (TCANE)
se corresponde con cuadros incompletos. Es decir, los afectados no sufren todos
los síntomas o no al menos en la proporción determinada para ser incluidos dentro de un
diagnóstico de anorexia o bulimia. Son los de mayor porcentaje en la población
y también necesitan tratamiento.
El gran desconocido
El trastorno por atracón (TA) es quizá el menos conocido y se ha incluido recientemente (2013) dentro del Manual de Diagnóstico Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM-V) de la Asociación Psiquiátrica Americana
(APA). El diagnóstico de trastorno por atracón (TA) ha sido un tema
controvertido debido a su similitud con los síntomas de la bulimia. El proceso de clasificación y diferenciación ha sido
complejo. En los años cincuenta del pasado siglo, el profesor Albert Stunkard observó que algunas personas que padecían obesidad, aunque querían solucionar
su problema de peso, experimentaban atracones de comida de forma compulsiva.
Tres décadas más tarde, en los años ochenta,
fue cuando la investigación dio un paso más al concluir que algunas
personas con obesidad tenían atracones pero no cumplían criterios de bulimia. A
partir de entonces, se propuso el nombre de trastorno por atracón. Las personas que sufren TA experimentan una
menor preocupación por la figura, recurren menos a las dietas que las personas
que padecen bulimia y no presentan conductas compensatorias: vómitos,
abuso de laxantes y diuréticos, así como tampoco ayunos prolongados y ejercicio físico
compulsivo. Sin embargo, en relación con quienes solo
sufren obesidad, las personas que padecen trastorno por atracón y obesidad experimentan mayor preocupación por el peso, mayores alteraciones de
personalidad y peor calidad de vida. La importancia del diagnóstico es
necesaria para proporcionar un tratamiento adecuado y eliminar la crítica
social : «tú no adelgazas por falta de voluntad». Sin embargo, no deberíamos olvidar nunca que la obesidad y el TA son enfermedades.
Los datos sobre el porcentaje de las personas afectadas por
este trastorno no son claros. Lo que parece evidente y puedo comprobar con frecuencia en mi consulta es que sigue aumentando y que
este asunto afecta ya a la salud pública. Es complicado conocer el número de
personas que lo sufren debido a que muchas no se encuentran en tratamiento y
otras pueden estar recibiendo ayuda por otros problemas psicológicos. Por otra parte, reconocer
el trastorno puede ser todavía en la actualidad un tema tabú o un motivo de vergüenza para el afectado. La Universidad Abierta
Interamericana señala que el 54% de las mujeres podrán padecerlo en algún
momento de su vida, de las cuales un 70% serán adolescentes. En lo referente a
los hombres podría padecerlo un 38%. Son sin duda cifras a tener en cuenta.
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