viernes, 20 de enero de 2017

Las dietas son algo del pasado

Los estudios de los últimos años revelan que las dietas muy restrictivas no son efectivas. Es decir, no proporcionan que el peso alcanzado se mantenga  de forma duradera. Gracias a estos estudios, esta afirmación ya tiene carácter científico y no solo proviene de la observación frustrante de las personas que viven esclavizadas y con sensación de impotencia ante la imposibilidad de alcanzar o permanecer en un peso.

Reducir el peso corporal y mantenerlo es algo que preocupa a una gran parte de la población. La necesidad de perder peso puede ser un tema de salud cuando médicamente hay un problema, pero otras veces puede ser debido a la imposición de unos cánones de belleza que excluyen la diversidad, o tal vez, la forma errónea de una búsqueda de la autoestima a través de la imagen corporal.

Según la investigación actual son mejores unas pautas sanas, referidas a la ingesta (variación de alimentos y varias tomas al día) unida a la práctica adecuada de ejercicio físico.


trastornos alimentarios, nutrición, dietas, salud, alimentación, trastorno psicológico, Irene Alonso Vaquerizo


El peso depende del hambre y del gasto energético, pero nuestro organismo tiende a mantener un peso corporal, este concepto se conoce con el nombre de «Setpoint» o «Punto de ajuste».  La Dra. Sandra Aamodt compara este mecanismo con el de un termostato. Es decir, nuestro cerebro tiende a mantener un peso independientemente de lo que hagamos, igual que el termostato hace con la temperatura. La zona del cerebro encargada de ello es el hipotálamo, el cual regula ese aspecto según lo que considera adecuado para nosotros. El «Punto de ajuste» no es una cifra, oscila entre 4 y 7 kilos. Es algo inconsciente, no depende de lo que queramos o consideremos. Este sistema de regulación del organismo está relacionado con la evolución del ser humano. A lo largo de nuestra historia, la humanidad ha pasado periodos de hambruna y el cerebro ha «aprendido» a mantenernos vivos. De acuerdo a esta teoría cuando una persona pierde un peso considerable, el organismo piensa que está sufriendo un periodo de hambruna, por lo que incrementará la sensación de hambre y la musculatura consumirá menos energía para intentar permanecer en el peso. Según estudios del Dr. Rudy Leibel de la Universidad de Columbia, cuando alguien pierde el 10% de su peso corporal quemará unas 200 o 250 calorías menos.  Lo que no va a favorecer el descenso de peso, si no todo lo contrario.  Otra investigación realizada en las universidades de Exeter y Bristol también va en la misma línea, los regímenes de muy bajas calorías hacen que el organismo incremente las reservas de grasas (la persona acumula en zonas corporales) y generan que tenga más hambre. Este aumento del apetito podría ser el responsable  de que los individuos, sometidos a dieta o después de ella, tengan mayores ingestas o incluso atracones de comida, algo que probablemente antes no les había ocurrido, con lo que podrían aumentar su peso corporal. Las conclusiones de estos estudios solo han considerado variables biológicas sin observar las variables psicológicas individuales, pero aún así evidencian y explican buena parte de los fenómenos observados por las personas que están frecuentemente a dieta o padecen un trastorno alimentario.

El comienzo de una dieta no es algo inocuo para el organismo. Hacerlo de forma habitual dificulta experimentar las sensaciones de hambre y saciedad. Es decir, se altera la percepción de hambre al aprender a ignorar las indicaciones del organismo. Todo ello produce gran confusión en la persona, que empieza a preocuparse por lo que come y a temer excederse. Cualquier persona que haya estado a dieta un tiempo ha podido experimentar cierta confusión o alteración con sus sensaciones internas o temer haberse pasado en la ingesta, aunque haya sido ligeramente.  Eliminar la ingesta de alimentos de forma excesiva, sin control experto y mantenido en el tiempo, puede producir alteraciones en la persona a niveles físicos, emocionales, cognitivos y sociales.

·         Físicos: descenso de la grasa corporal y musculatura, trastornos gastrointestinales, pérdida de fuerza, alteraciones en el sueño, dolores de cabeza, sensación de mareo, aumento del frío corporal (manos y pies), pérdida de cabello, incluso incremento de la sensibilidad a la luz y al ruido, entre otros.
·         Emocionales: apatía, tristeza, culpa y cambios de ánimo, acompañados en ocasiones de irritabilidad y agresividad.

·         Cognitivos: obsesión y preocupación por la alimentación, dificultad para la concentración y el aprendizaje, descenso de la comprensión y alteraciones en la capacidad para razonar.

·         Sociales: descenso del interés en la realización de actividades con otros y aislamiento. Una dieta puede ser el factor más directo e inmediato para padecer anorexia. Los episodios de restricción también podrán dar paso a la bulimia. En la que, además de la reducción de la ingesta, aparecerán los atracones.

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